Todos somos conscientes del gran esfuerzo que se ha
hecho en España para reducir la tasa de mortalidad en carretera, que hace 20
años se encontraba entre las más altas de Europa.
La implantación del permiso de conducir por puntos, la
rebaja en el índice de alcohol en sangre permitido para ponerse al volante, las
campañas de concienciación, el aumento en la frecuencia de controles de
alcoholemia y drogas, son algunos de los factores que han influido muy
positivamente en el comportamiento de los conductores, lo cual se ha traducido
en un descenso continuado de siniestros.
La entrada en funcionamiento de nuevas
infraestructuras, que ha sido posible gracias tanto a la voluntad política como
a la cofinanciación de la UE y al periodo de bonanza económica que hemos
conocido, ha terminado con el retraso en esta materia que nuestro país
arrastraba respecto de nuestros vecinos continentales. Este ha sido igualmente
un factor decisivo en la reducción de la siniestralidad.
Finalmente la industria, que ha aportado nuevas
soluciones tecnológicas en materia de seguridad activa y pasiva, y ayudada por
planes de rejuvenecimiento y modernización del parque automovilístico, ha
contribuido de modo importante a la reducción no sólo del número de accidentes
sino a la reducción de la tasa de fallecidos por accidente mortal, que hoy s
sitúa cerca de su límite matemático de 1.
Sin embargo, en los últimos meses hemos asistido a un
repunte de las cifras de víctimas mortales. Podría pensarse que los planes para
la reducción de la siniestralidad vial están agotados y que la mayor movilidad
propia de nuestros tiempos y de la previsible recuperación económica no harán
sino acentuar esta tendencia. Pero pese a todo, queda aún mucho por hacer. Como
desde Automovilistas Europeos Asociados certeramente se ha apuntado, la gran
asignatura pendiente de nuestras estructuras de transporte rodado es la
marcación vial. En un país que recibe anualmente casi 60 millones de visitantes,
muchos de ellos provenientes del resto de Europa por carretera, la enorme brecha
entre la marcación de nuestras vías y la de otros países de nuestro entorno es
sencillamente inaceptable.
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